Mana finito
La tía Isabel vivió toda su vida en El Ingenio, hacienda, Cabildo adentro, heredada por parte de su madre, ya en cuarta o quinta vuelta; cada una de las cuales hacia mella en su extensión.
Penúltima de 8 hermanos sobre vivientes - 2 murieron antes de cumplir los 3 años- era sin embargo la única con criterio en los negocios, que en sus hermanos convencidos de su noble raigambre consideraban indigna dedicación. Claro, El Ingenio dio por muchos años para solventar los gustos y placeres, ocio y esparcimiento de varias generaciones de los Sanchez de Loria.
Agustin se dedico por años al estudio de mejores variedades de ciruelas. Viajo por Europa, América, Asia, buscando las características que permitieran una mejor vida postcosecha. Escribió varios artículos que se publicaron Urbi et Órbi. Nunca se implemento ninguna de sus propuestas, pero sus hermanos siempre se vanagloriaron de sus insignes estudios.
Años paso Pedro por universidades del viejo continente. Experto en riego implemento un sistema gravitacional que disminuyo los costos de irrigación en un 30%. Lo que nunca se considero fueron los millones que se invirtieron en sus estudios y prototipos. De hecho nunca logro vender un sistema a otro productor de la zona.
Marta y Sara se dedicaron a la labor social. Crearon escuelas con el mejor equipamiento del país, alimentaron a los niños que asistían a sus escuelas, les regalaron los libros, computadores y todo lo que necesitaban. Sus familias sin embargo necesitaban que cada hijo aportara al erario familiar por lo que al poco tiempo de esta aventura los niños dejaban los estudios y volvían a trabajar en El Ingenio.
Isabel busco adaptar a su familia a los nuevos tiempos. Los vecinos estaban en pleno boom exportador bajando costos y aumentando la productividad. En los huertos vecinos cada persona tenía un rol definido con responsabilidades que se controlaban trimestralmente.
La venta de hectáreas había comenzado años antes, cada vez que había que hacer frente a un imprevisto. Pero ahora las ventas se sucedieron a ritmo acompasado.
La calidad seguía siendo una marca reconocida. Pero ya casi nadie la pagaba. Los estándares habían cambiado y hoy era mas importante el servicio, la flexibilidad para ajustar volúmenes y la homogeneidad de la producción.
Hoy tía Isabel vive con la mama Berta en un departamento pequeño que el tío Agustin tenia en la calle Seminario casi al llegar a Providencia. Son dos piezas pequeñas pero cumplen de sobra con los requerimientos de ambas mujeres; muy lejos de los departamentos que la familia solía utilizar en Santiago, Buenos Aires o Paris.
La tía nunca entendió el sentido de la Hacienda y sus designios fatalistas por causas aun no determinadas. Fue una pena que los tíos pudieran seguir con sus estudios y experimentos, sus viajes por el mundo, sus contactos con ministros y embajadores, una vida que Isabel no entendió ni fue capaz de administrar para bien de su familia.
La subdivisión de El Ingenio dio para pagar algunas de las deudas contraídas. Ya casi nadie recuerda el nombre aunque los descendientes del tío Pedro insistan en que el mejor productor de ciruelas de Chile fue El Ingenio, marca, en sus tiempos reconocida en Harrods y Kadewe.